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jueves, 7 de febrero de 2013

Ilustración por: Fernando Emilio Saavedra Palma, del libro inédito Ajedrez Urbano 100% Mexicano. ADOLFO ALDUCÍN BENITEZ Autor: Juan Cervera Sanchís.


ILUSTRACION ELABORADA POR: Fernando Emilio Saavedra Palma.
Ilustración por: Fernando Emilio Saavedra Palma, del libro inédito Ajedrez Urbano 100% Mexicano.
ADOLFO ALDUCÍN BENITEZ
Autor: Juan Cervera Sanchís.
 
PROPUESTA EDITORIAL PARA EL GOBIERNO DEL DISTRITO FEDERAL EN LA JEFATURA DE MIGUEL ANGEL MANCERA.
 
1.- ADOLFO ALDUCIN BENITEZ.
Adolfo Alducín Benítez, Palmar de Bravo, estado de Puebla, 3 de abril de 1931, nos dice que él se aficionó a jugar ajedrez en Veracruz, cuando fue chofer del gobernador don Marco Antonio Muñoz en 1954. Más tarde, en la ciudad de México, siendo chofer del entonces tesorero de Hacienda, don Manuel S. Rodríguez, dedicó sus horas libres al ajedrez y de vuelta a Veracruz, siendo chofer de don Juan Troncozo Perea, hasta que éste falleció, el ajedrez no le permitió aburrirse jamás.
-Aprendí a jugar, nos relata, con el sargento Vicente García. Compré un ajedrez de plástico, que me costó diez pesos, y ahí jugaba. Luego me convertí en constructor de mesas de ajedrez que vendía a militares que practicaban el juego. Todo esto me llevó a leer libros de ajedrez que me ayudaron a mejorar mi juego. De nuevo en la ciudad de México conocí el Club Chapultepec, la Casa del Lago, el Café del Hospital Dalinde y el billar Metropolitano. Ahí jugué mucho con el piloto aviador Jaime Alvarado García, que siempre me ganaba, y así hasta que le gané y ya nunca más quiso jugar conmigo aduciendo que no tenía tiempo.
-¿Qué es el ajedrez para usted?
-El ajedrez es una terapia. Durante algún tiempo fue gran competencia. Tras mi problema cardiaco logré controlarme. Ya no juego con reloj. Ya no me acelero ni me enojo. Sencillamente disfruto el juego.
-¿Qué recuerda de su infancia y adolescencia?
-Fueron tiempos duros. A los 7 años de edad perdí a mi padre. Éramos cinco hermanos, pero bajo la guía de mi madre salimos adelante. Yo desde chico trabajaba de día y estudiaba de noche. Un día en que iba cargando un cántaro de quince litros, un señor de nombre Miguel Juárez Bautista, me propuso que aprendiera un oficio. Le hice caso y aprendí el oficio de carpintero. El maestro Miguel Negrete me enseño a hacer guitarras. A los 13 años de edad elaboré mi primera guitarra, lo que me produjo una gran alegría.
-¿Cómo fue que dejó de construir guitarras y se metió a chofer?
-Por necesidad, pero aunque hacia de chofer yo nunca dejé de hacer guitarras.
Llevó sesenta años fabricando guitarras y otros instrumentos musicales.
-Sabemos que también enseña ajedrez.
-Sí, a nivel familiar y de amigos. Creo que a lo largo de mi vida he enseñado a jugar ajedrez a más personas que guitarras he construido, que ya es decir. El ajedrez despeja la mente y cautiva a la inteligencia. Me acuerdo que un día diseñé un ajedrez enano hecho de madera, como detalle simpático y creativo. La guitarra y el ajedrez son dos terapias excelentes para cualquier persona inquieta.
-¿Toca la guitarra?
-Tengo mis amoríos con las cuerdas. El oficio me exige, desde seleccionar el material, conocer el brazo de la guitarra, ensamblar la tapa, poner la boquilla, hacer puntuaciones y, por supuesto, afinar. Estoy a años luz de ser un Paco de Lucía, pero me dejo escuchar y, sobre todo, me oigo a mí mismo y es un gozo espiritual. La música es la música.
-¿El ajedrez es música?
-Sí, como la de las esferas de las que hablaba Platón, y la de la Tierra, que también emite una música que nuestros oídos no perciben, pero que ahí está como un murmullo arrobador. En mitad del silencio de la partida, y los movimientos de las piezas, las inteligencias perceptivas pueden escuchar la música del ajedrez.
Cada partida de ajedrez es una original e irrepetible sinfonía. Las hay mayores y menores, como en todos los órdenes, pero la música del ajedrez ahí está, la escuchen o no los jugadores o los espectadores de la partida.
-Fantástico, don Adolfo.
-No, nada de fantástico. Es muy real lo que le estoy diciendo. El ajedrez es música interior, vibración cósmica, para terapia que alerta las partes más dormidas de la vida.
-¿Sus ajedrecistas?
-Para mí fue algo muy especial conocer a los maestros mexicanos Carlos Torre Repetto, Alejandro Báez y al ingeniero Alfonso Ferriz Carrasquedo. En cuanto a las grandes figuras internacionales he admirado por sobre todos los grandes a Fischer, aunque su momento fue muy breve, pero, ¡qué momento! Hoy admiro a Kaspárov, número 1 del mundo. El ajedrez en México no tiene difusión como  otros deportes. Triste. Yo espero que en un futuro, nuestra gente despierte, y se apasione tanto con el ajedrez, como hoy lo hace con el futbol. Se vale soñar. El ajedrez es el deporte sinfonía de la inteligencia de la humanidad.  
 
 
 
bricolaje.facilicimo.com
Salvador Ibáñez
 (Valencia, 18541920) fue un artesano luthier fabricante de guitarras español. Fabricaba guitarras, ukuleles, mandolinas y otros instrumentos de cuerda. Estos instrumentos estaban considerados entre los mejores de su época y se apreciaban mucho tanto por su calidad como por su impecable fabricación.

A los 11 años Salvador Ibáñez empezó como aprendiz en un taller de fabricación de guitarras de la calle Muela, en Valencia. En 1870, creó su propio taller: Salvador Ibáñez Albiñara, que estaba en la calle Cubells. Según los registros, en el taller trabajaban el niño de 10 años José Ibáñez y Magdalena Albiñara y Magraner, de Ollería, Valencia. En 1896, Salvador Ibáñez aparece por primera vez en las guías comerciales en la calle Ruzafa de Valencia y entre 1898 y 1906 en la calle Bajada de San Francisco. Salvador Ibáñez fabricaba bandurrias, laúdes, guitarras de seis y doce cuerdas y también guitarras con mástil desmontable, asi como los bordones necesarios para cada instrumento. En 1897, fabricó la primera guitarra de doble mástil. Su fábrica estaba situada en Valencia, C/ Padre Rico nº 8. Conjuntamente con sus hijos Salvador y Vicente Ibáñez Salabert, creó la Sociedad Regular Comanditaria "Salvador Ibáñez e Hijos". Cuando Salvador Ibáñez murió en 1920, sus dos hijos continuaron con las actividades de la sociedad, especializándose cada uno de ellos en una actividad, Salvador en el taller; y Vicente en relaciones comerciales.

La fabrica que fundo en 1883 Salvador Ibáñez, a principios del siglo XX ya producía 36.000 instrumentos al año y ocupaba a un centenar de obreros. Sus guitarras se vendían en varios países, incluyendo el mercado Hispanoamericano, Filipinas y Japón.


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