Fotografia del
álbum de: Fernando Emilio Saavedra Palma.
Autor: Fernando Emilio Saavedra Palma.
Para: Guillermina Saavedra Palma y para mi, que somos
clientes de las librerías Gandhi durante mas de 30 años.
Durante más de 15 años
jugué ajedrez en el club Gandhi en la sucursal Miguel Ángel de Quevedo y, entre
todas las anécdotas que les contaré hay una que me dejó maravillado: Llego al
club de ajedrez a diario y le comento a uno de los meseros (que todos ellos son
solo uno Género, Jesus, Rafael, Gustavo, etc.), “oye necesito guardar mi
ajedrez”, y me contesta: “pues compra una bolsa Gandhi” ¿Cómo? -respondí- Sí, una bolsa Gandhi ahí estan a la entrada –me
dijo-. Bajé, compre una bolsa y guarde mi ajedrez.
Al otro dia me fijé que la
bolsa Gandhi era todo un acontecimiento. Se usaban para todo: para guardar libros
de ajedrez y dar clases en la Biblioteca de México. Transportar libros y más
libros con los estudiantes de la U.N.A.M, así como muchas prepas, secundarias y
primarias. Para ir al super mercado Aurrera o al mercado de la colonia en las
delegaciones del D.F., me las encontré con los años en diferentes estaciones
del metro, saliendo a diferentes partes de provincia, o en un basurero rota ya
muy usada. La mercadotecnia de la Gandhi siempre se distingue por ser ultra
intelectual en sus modelos de publicidad, también abordando todo nuestro mundo popular del país, que es todo un concepoto.
jamillan.com
BOLSA GANDHI MODERNA…
Las bolsas son de mezclilla
con una cinta de tela de diferentes materiales en las hechuras de sus inicios a
las actuales.
Recuerdo a una americana en
la Costera Miguel Alemán, en Acapulco con su bolsa Gandhi en el año de 1990. Vi
y conocí a una enorme cantidad de turistas que visitaban México y salían con su bolsa económica con
libros de todo tipo en la librería Gandhi que yo frecuentaba.
Un dia, platicando con un
funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores me dijo tajantemente: “Mire
usted la librería Gandhi no tiene nada que hacer en el mercado americano con
las librerías de alla”, seguimos platicando durante muchos minutos y al
terminar le regalé una bolsa Gandhi. Me lo agradeció por lo que decía la bolsa,
y me dijo que se la iba a regalar a su hija que cursaba la secundaria. Hasta
entonces comprendí algo de la mercadotecnia de las bolsas Gandhi.
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