Páginas

domingo, 2 de enero de 2011

EL ENCUENTRO-AJEDREZ


EL ENCUENTRO-AJEDREZ
Autor: Fernando Emilio Saavedra Palma.
Para: La hermosa voluptuosa de 1973.

Terminó un cortijo en el estado de Hidalgo.
Todos los adolescentes sin excepción,
se dirigieron a la cantina del pueblo.

No era posible mi ingreso
solamente contaba con ocho años de vida.
Pero la fuerza de la juventud triunfó.

Adentro del recinto, en un rincón, miré a dos venerables ancianos,
me acerqué y mis ojos contemplaron por vez primera
las encantadoras piezas.

Ellos, los viejos, me ignoraron,
pero pude tocar al caballo
y al peón que estaban fuera del tablero.

El anciano calvo me miró con gesto adusto,
mas no le baje la vista,
y después de unos segundos el ojo me guiñó.

Al sentirme aceptado, clavé mi instinto infantil al juego.
Recorrer el tablero bicolor,
horizontal, vertical y en diagonal.

El salto inaudito del corcel acertando un Jaque Mate.
Así maravillado creció en mí, el deseo de poseer el juego
(corría el año de 1968)

Mi terquedad fue determinante,
y al tercer día
poseía un juego de plástico barato.

El camino fue difícil
duro incomprendido,
ningún compañerito de banca lo jugaba.

Salí a mi cuadra con el tablero bajo el brazo.
Me encontré  con señores mayores que desdeñaban mi juego,
tal  vez su miedo a perder.


Así , jugué en el portal de un pueblo michoacano
Con Fernando, el joven carnicero de la esquina,
con Elías, el teporocho de Guerrero.

Don Ponchito el casero,
Don Raúl el tlapalero
o con el joven estudiante pasando su curso en Lecumberri
en la mentada crujía C.

El ajedrez llegó a mi paso con su vitalidad innata
el encuentro fue fulminante.
Destrozo todos mis juegos.

El mecano
los rompecabezas
el trompo
el yoyo
el balero
los tapados…

…las canicas con los canicones,
la rayuela
las tamaladas
el bote pateado
y el burro, 16 muchachos a correr.

Con todo y esto él pinto su raya de oro
y llegó al pedestal de mi pensamiento.
Pero el ajedrez y yo nos quedamos solos,
con nuestra propia fantasía.

Llegó el tablero de Paracho
y me acompañó siempre bajo el brazo.
Con su sonido único en su caja de madera.

El tiempo me abrazó,
los cambios en mí llegaron,
y al correr mi sangre caliente
por el cuerpo de adolescente despertó a mi biología.

Es cuando uno responde al sexo opuesto.
Una tarde en un viejo edificio de la colonia Condesa,
mi ajedrez cayó en un largo e interminable corredor
¡el ruido hizo un escándalo!

Me quedé quieto, sin movimiento,
y escuché el rechinido de una puerta de madera,
observé salir a una impresionante mujer.
Ella me veía recoger pieza por pieza, en el sucio mosaico.

Se agachó, me ayudó y me mostró sus partes incomparables y voluptuosas:
…tomo los dos alfiles, los puso en la palma de su mano, me miro detenidamente…
Sin fijarme me condiciono a recogerlos dentro de su departamento.
…la puerta se cerró.
Desde ese encuentro yo la enseñé a mover las piezas
y ella me enseño a mover mi cuerpo,
en compañía de mi caja ruidosa de ajedrez.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario