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viernes, 22 de noviembre de 2019

CARLOS MC GREGOR GIACINTI (1906-1984) COPILACIÓN E ILUSTRACIÓN POR: Fernando Emilio Saavedra Palma. Para: Rusia Mc Gregor y Poesía Escuinapa.

      ILUSTRACIÓN POR: Fernando Emilio Saavedra Palma.
CARLOS MC GREGOR GIACINTI (1906-1984)
COPILACIÓN E ILUSTRACIÓN POR: 
Fernando Emilio Saavedra Palma.
Para: Rusia Mc Gregor y Poesía Escuinapa.

 CARLOS MC GREGOR GIACINTI se ganó el Título de "Poeta de las Américas", que obtuvo en 1943 al representar a México con el poema “Tríptico Epistolar”  en un concurso convocado por la National Broadcasting Company de Nueva York, que se transmitía en cadena a través de 50 estaciones radiodifusoras. Participaron 21 poetas de habla hispana. El segundo lugar fue para Cuba (Nicolás Guillén) y el tercero para Uruguay. Tiene una extensa obra literaria,  y en la ciudad de México llevó una estrecha amistad con Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Carlos Pellicer, entre otros y es precisamente Xavier Villaurrutia quien lo alienta para que deje el teatro y se dedique de lleno a la poesía.

 LA MUCHACHA DE ESCUINAPA.
Auror:
Carlos Mc Gregor Gianciti.
Empezaré por decir,
y que la frase me valga,
que de poeta no tengo
ni el talento ni la facha;
pero tengo una ilusión
y habré de saber cantarla.

¿Cuándo un hombre ya es poeta...?
cuando recuerda su infancia,
cuando quiere a una mujer
cuando dice a Dios su palabra.

¿Y es que acaso la Academia,
podría, por Castellana,
impedir que éstos versos
mis emociones cantara...?
No puede ser. Y aquí empieza
ésta mi canción vernácula.

¿Su nombre? Muy cacofónico:
"La Muchacha de Escuinapa"
Era morena y sencilla;
verde el mirar de gitana;
cuerpo de junco y palmera,
y quince abriles la cara.

El lunes la conocí,
muy temprano de mañana,
en un camión de segunda
de Mazatlán a Escuinapa;
vestía como se viste
la gente que poco gasta
iba de blusa amarilla
y azul de cielo la falda;
el color de sus cabellos
relumbrando en su mirada,
y en su sonrisa costera
en sueño de madrugada.
Le cedí la ventanilla,
y sonriendo dió "las gracias..."
De la calle "Zaragoza"
se arrancó la "tartalata"
que nos sirve de transporte
a la gente mexicana:
llena de ruidos, sin frenos,
sin cristales las ventanas,
y "que Dios nos acompañe",
decimos, ya estamos en marcha...

Con esta blusa amarilla
bajo la mantilla blanca,
morena, de cuerpo lleno,
me dijo que se llamaba
lo mismo que nuestra madre
la Virgen Guadalupana.
Un bello nombre en verdad:
¡Guadalupe de Escuinapa!
En su mejilla un hoyuelo
que era una estrella en su cara,
y aquella blusa amarilla
sobre lo azul de su falda,
fueron curiosa incidencia
que dió principio a mi plática.

¡Qué bonitos los colores
de su blusa y de su falda!
¡Qué mentira cielo santo,
la que dije para hablarla...!
Fué solo una argusia mía
para entrar con ella en charla.
Me platicó que el domingo
se fué al baile del "Muralla";
y dijo que llega al puerto
un día cada semana,
porque allá en el puerto tiene
a Carolina su hermana,
que vive camino arriba,
por la "Loma Atravesada"
Y me dijo Guadalupe,
la muchacha de Escuinapa,
que Carolina casó
con Felipe Osuna Cárdenas,
un marinero moreno
como aceituna morada,
que al brazo derecho tiene
una sirena tatuada,
y es padre de cinco niños,
todos hijos de su hermana.
Al pasar por "El Castillo",
su blusa amarilla estaba
relumbrándome los ojos
como un canario del alba.

Ya en "Villa Unión", yo le dije
que volvería a Escuinapa
y también a Mazatlán
para ir con ella al "Muralla".

Y aquí empiezan los pesares
que me trajo esta muchacha
la de la blusa amarilla
y azul de cielo la falda:
la de los ojos costeros
y aquel hoyuelo en la cara;
la del camión de segunda,
Guadalupe de Escuinapa,
que nunca podré tenerla
y nunca podré olvidarla.

Cuando por subir pasaje
el camión hizo parada,
El Rosario, Sinaloa,
supo mi desesperanza:
Guadalupe me cortó
las ilusiones y el habla.
Me dijo que ella quería
casarse como su hermana:
con un marinero, bronco,
moreno, de piel tostada
por los mares del Pacífico
y la brisa de la rada;
con fuerte musculatura,
y en el porte la arrogancia,
y con los brazos tatuados
con sirenas y con anclas.
¡Válgame Dios y la Virgen
con la niña de Escuinapa,
la de la blusa amarilla
y azul de cielo la falda...!

¡Hablar de musculaturas
ante mi enclenque prestancia!
Decir que quiere a un moreno.
cuando yo tengo la cara
tan llena de palideces
como los cirios de pascua...!
¡Hablarme de un marinero,
por ser su ilusión más cara,
cuando yo del mar no he visto
más que la arena y la playa...!
¡Ay, Señores, que me escuchan
apiádalos mi desgracia!
Aquel camión de segunda
me la quitó en Escuinapa...
Al despedirse me dijo
no sé qué cosas extrañas:
que un día volviera a verla
y siempre la recordara,
sin saber que aquí la tengo
metida dentro del alma,
con su blusita amarilla
como un canario del alba.

Mi transporte de alejó
con rumbo a Guadalajara,
y allá atrás, quedó de pié,
la muchacha de Escuinapa,
su blusa amarilla al sol,
relumbrándome la cara;
la matilla sobre el pelo.
y azul de cielo su falda.
La vi por la ventanilla
cuándo su mano agitaba
para decirme un "Adiós"
que mató mis esperanzas.

Ella quiere un marinero,
y yo nos soy más que un alma
que pisa la tierra firme
sin olas ni marejadas;
un hombre que la miró
un lunes, de madrugada,
y de entonces la recuerda
como una novia lejana.
Y si escribí este corrido,
- romance de mi palabra,-
es porque ella me enseñó,
por su blusa y su falda,
cómo un camión de segunda,
de Mazatlán a Escuinapa,
puede llenarse de amor
en una sola mañana.


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